INSTALACIONES – ESTRUCTURAS FLOTANTES - HAPPENINGS – PERFORMANCES
EL CUERPO QUE CONFIGURA EL ESPACIO
Con motivo de la preparación de la muestra que debía realizar para la Bienal de Venecia de 1978 en la que presentaba una serie de estructuras volantes y a lo largo del curso anterior, inicié una serie de acciones participativas con los alumnos de Bellas Artes en las que nos proponíamos establecer un dialogo creativo con el espacio circundante, con el mar, con el aire, las nubes, la luz, la espuma… aplicando un mínimo de recursos técnicos, sirviéndonos en parte con los detritus que podíamos encontrar en la playa del Saler de Valencia, donde tenía lugar ese acontecimiento. Así iniciamos unas serie de “Happenings” que titulamos “Celebració al Vent” , en el que junto a numerosas piezas ligeras, capaces de volar, se construyeron o representaron casi operísticamente laberintos, alusiones a Ícaro y Dédalo. Generamos poemas con los cuerpos de los participantes, escritos en leves hojas de papel transparente que se las llevaba y mezclaba el viento, simples mecanismos movidos por la brisa producían incesantemente, de distintos tamaños, irisadas pompas de jabón que el viento también distribuía.
Desde el 78 al 83 continué realizando junto con alumnos de la Escuela de Bellas Artes una serie de “happenings” urbanos, intentando establecer una relación imperceptible pero cierta, entre los actuantes, sus intervenciones y el ritmo de la vida en la calle con la realidad de los comportamientos e interacciones humanas en la urbe. Tratamos de integrar realidad y ensoñación en una especie de teatro de la totalidad, donde en el escenario que era toda la ciudad, los actores que eran tanto los transeúntes como los actuantes debían fundirse en un todo.
Realizamos en el 79 un “Viatje en Trenet” real desde Valencia a La Malvarrosa, cogimos un trenecito de cercanías, donde cada uno de los actuantes debía adquirir otra personalidad, distinta a la suya propia, sin que en modo alguno se notara que actuaba o que iba disfrazado. Un viaje extraño con esa ligerísima tensión que producía esa incierta ambigüedad que no se sabía muy bien de donde proviene.
El viaje terminaba en el puerto donde nos recogía un barco tipo Golondrina que nos alejó dos millas de la costa y donde el conductor al que consideramos como el capitán del navio y por lo tanto debía tener capacidad para hacerlo, casó a una pareja de entre el numeroso grupo participante.
Con criterios semejantes continué realizando durante unos cuantos años ejercicios de esta índole, a modo de taller en el que estudiábamos conjuntamente los conceptos y estrategias para la creación de estas acciones y que recojo en la “Cronología”, implicando a muchos de los entonces entusiastas alumnos de la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos de Valencia.
JOSÉ MARÍA YTURRALDE